Ayer, en el Palau de la Música de Valencia
Haydn, Concierto para piano nº 11 en Re M
Mozart, Concierto para piano nº 23, k. 488
Mozart, Rondó en Re M, K. 382
Beethoven, Fantasía Coral para piano, coro y orquesta
Orquesta de Valencia - Coral Catedralicia - Rudolf Buchbinder, piano y director
De nuevo Buchbinder con nosotros. Y sigue con su costumbre (bendita costumbre) de venir sin director. Si ya hizo con nosotros, en una ocasión 6 conciertos de Mozart y en otra los 5 de Beethoven, esta semana ha seguido en esa línea, incluyendo además la obra de Beethoven.
Parece mentira que pudiéramos tocar tras hacer tan solo dos ensayos. Sólo dos. No sé si porque no le dieron más (por el dichoso concierto improvisado del día de la mujer) o porque él tampoco necesitaba más. Porque la verdad es que, como queda claro en el programa, el peso y la resonsabilidad recaían sobre sus hombros. Nuestro papel consistió en no molestar en exceso. Y la verdad es que tocar con él no tiene ninguna complicación: como ya comenté en otras reseñas, es un pianista al que se le entiende todo, sin extravagancias, pero con una musicalidad tan clara, tan "honesta", por así decirlo, que no hay que hacer ningún esfuerzo para tocar con él. Tampoco es que dirija: en los conciertos, daba la entrada y poco más. Pero es que mientras está tocando, le basta con una mirada, yn ligero gesto con la mano que tiene libre, un levantamiento de cejas, para indicar claramente lo que quiere, dar absolutamente todas las entradas, indicar el final de las cadencias, etc.
En este concierto, además, hemos podido apreciar el cambio de sonido en su piano entre los tres compositores: la ligereza y buen humor del delicioso concierto de Haydn, la profundidad sin amaneramientos de Mozart o la densidad de Beethoven. A destacar, como no, el bellísimo tiempo lento de Mozart. Nos contaba en el ensayo que estaba profundamente enfadado con Mozart con este concierto, porque la melodía más bonita nunca aparece en el piano, sino en maderas y cuerdas. De hecho, nos comentó que a veces tocaba este movimiento como bis, incluyendo en su transcripción dicha melodía...
El Rondó de Mozart en realidad no es un rondó, sino unas variaciones sin más. Poquita cosa al lado del concierto, a pesar de estar muy bien escritas.
En cuanto a Beethoven, pues es una obra bien rara. A menudo se dice que es como una 9ª sinfonía en miniatura, pero es una comparación exageradísima. Comienza con un extenso solo del piano, bastante raro y de no mucha calidad, para ser Beethoven. Pero incluso con esta música, Buchbinder es capaz de sacar de entre los pasajes más banales alguna segunda voz, algún contratema, que le dan interés. Luego entra la orquesta, poco a poco, hasta que entra el tema principal, un tema y variaciones. Sobre un tema bastante ramploncete, todo sea dicho. Una tonadilla que se te queda pegada al cerebro y ya no te abandona en una semana. Algunas variaciones son para el piano, otras para las maderas (qué manera de acompañar al piano la variación de la flauta: un perfecto acoplamiento a los más ligeros rubati de Salva, que estuvo muy bien), los solistas de cuerda y finalmente el tutti. Siguen las variaciones, cambiando tonalidades y velocidades (ahi si que se nota el oficio de Beethoven, magistral en la forma de la variación). Pero todo se estropea cuando entra el coro. Porque la primera entrada es con el temita de marras cantado por tres chicas. Y ahí si que me recordó al guirigay que se suele montar en la novena con los solistas. Las tres chicas, integrantes del coro, se empeñaron en cantar cada una con un vibrato de tono y medio, de manera que parecían tres gallinas. Por no hablar de que el tempo iba cayendo, cayendo... Luego entra el coro completo y acabas del temita hasta los mismísimos.
A todo esto, Buchbinder siguió tocando auténticas diabluras (la parte del piano prácticamente no para), pero estando atento a absolutamente todo lo que pasaba, dando entradas, corrigiendo tempi, etc., con una flexibilidad y humildad increíbles.
Como propina, en lugar de tocar algo sólo, decidió de nuevo hacer el final de Beethoven, desde la entrada del coro de gallinas. Por si no teníamos poco...
